La observación me ha llevado a creer con firmeza que la realidad contada, supera en drama y en profundidad, en poesía y en aliento, a la ficción. El momento de consciencia de la realidad, hace que una historia nacida con vocación de ser simple, se convierta en imponente. Los finales ficticios se quedan en tristes sucedáneos de lo que ha sido. Qué es la realidad. Qué es la verdad. No sé si para contarlo son necesarios grandes medios de producción o no. Aún no tengo una opinión clara al respecto. Cómo contarlo. Ésa es la clave. Hace unos días vi una película titulada “La sombra del cazador”, en la que un periodista le decía a otro algo así como (cito de memoria): “Jugársela es lo único auténtico que hay en la vida, lo demás es televisión”. En las páginas del libro Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez (editorial Anagrama), me encuentro con unas inspiradoras líneas con las que les animo a crear:
“Los documentos que fueron generando los guardianes del laberinto y las pocas cartas que escribió son los únicos hechos ciertos, lo demás es la verdad”.
“A partir de este documento, todos los hechos que relatamos se confunden en una amalgama de informaciones dispersas, de hechos a veces contrastados y a veces fruto de memorias neblinosas contadas por testigos que prefirieron olvidar. Hemos dado crédito sin embargo a vagos recuerdos sobre frases susurradas durante ensueños angustiosos que también tienen cabida en el horror de la verdad, aunque no sean ciertos”.
“Cuando algo es inexplicable, aventurar una razón plausible es lo mismo que mentir porque los que necesitan administrar verdades suelen llamar a la confusión mentira. Por eso guardó silencio, para que Eduardo López pudiera clasificar los hechos sin tener que comprenderlos”.
"El silencio es un espacio, una oquedad donde nos refugiamos pero en el que no estamos nunca a salvo. El silencio no se termina, se rompe; su cualidad fundamental es la fragilidad y el epitelio sutil que lo circunda es transparente: deja pasar todas las miradas".
Informe, pregunte, comente.
El libro de Alberto Méndez es un prodigio de la escritura. Poco más de cien páginas que deseas que no se terminen nunca.
ResponderEliminarsí..., y veremos qué tal la adaptación cinematográfica..., no es nada fácil...
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