Las Películas Documentales.
Aproximaciones a la Realidad.

viernes, febrero 08, 2008

"Morir en Jerusalén"

El próximo jueves, día 14 de febrero, pueden ver en los cines Verdi de Madrid y en el resto de salas del colectivo "El documental del mes", la película “Morir en Jerusalén”, un espectacular testimonio que ya les avisamos que les dejará impresionados. Nada de pastel de fresa con tinte social.

Montaje fotográfico de Morir en Jerusalén. c. HBO y Dragoman Films.

Es una realidad que sigue ahí con el paso del tiempo, aunque se hagan más o menos eco los medios de comunicación y las películas. En 2002 nos quedamos boquiabiertos por la apabullante lógica de los niños israelíes y palestinos reunidos para charlar en la película documental “Promises”, una de las candidatas al premio Oscar de ese año. El sábado pasado, el músico Daniel Barenboim, nacionalizado israelí, afirmaba en la "Tribuna Abierta" del diario "El País", que había aceptado el pasaporte palestino porque lo consideraba parte indisoluble de su pueblo. Y la película documental “Morir en Jerusalén”, que se estrena ahora en los cines, ahonda sobre su reconciliación política. Todo empezó con una simple llamada de teléfono.

Texto de la película: “-Fórum de los padres. –Hola, me llamo Abigail Levy. No nos conocemos. Perdí a mi hija en el mes de marzo de 2002 en un ataque terrorista en un mercado de Jerusalén. Quisiera ponerme en contacto con los padres de la chica que mató a mi hija”.

Ayat Al Akhras, de 17 años, palestina, se hizo explotar al lado de Rachel Levy, también de 17 años, e israelí. Y el motivo de esta llamada no es otro que descubrir por qué.

Texto de la película: “Quiero mirarle a la cara cuando me hable. Quiero ver si de verdad no sabía que su hija iba a matar”.

El comunicado del ataque suicida, leído por Ayat Al-Akhras, decía así:

Texto de la película: “En nombre de Dios, el misericordioso. Yo, la mártir viviente Ayat Al-Akhras, ejecuto mi misión puramente por Dios. Dirigentes árabes: Basta de dormir, basta de traiciones, basta de incumplimiento del deber con los palestinos. Escuchad mi grito: ¡Oh Aqsa! ¡Oh Aqsa! ¡Oh Palestina! ¡Oh Palestina! Dios es más grande que los opresores. ¡Que esta rebelión nos lleve a la victoria! Mártir Ayat Al-Akhras”.

Apenas hay diferencias entre Ayat y Rachel, tan sólo que una es palestina, y la segunda israelí. Hasta el padre de Ayat las confunde cuando ve sus fotografías en la portada de la revista “Newsweek”. Dos chicas, dos realidades, y dos bandos. Pero todos víctimas.

Texto de la película: Forense Yehuda Hiss: “Fue la primera vez que descubrimos que una terrorista suicida también puede ser una adolescente. La víctima era de la misma edad, apariencia y complexión que la atacante. Las heridas se encontraban más o menos en las mismas partes del cuerpo. Parecían simétricas. Resultó difícil asignar las partes de los cuerpos porque eran muy parecidos”.


“Morir en Jerusalén” muestra un contexto de resistencia, de ocupación, en el que hay detectores de metales en plena calle, a la entrada de la estación de autobuses, como parte de la rutina cotidiana. Comprar el pan y ser registrado, o el miedo de pasar de un lado a otro, forman parte de un terrorismo llamado resistencia.

Texto de la película: Hermano de Ayat: “Quiénes son los terroristas? ¿Nosotros o ellos? Defendemos lo que es legítimamente nuestro. Nuestra tierra y nuestro país. Tanto si se hace a través de una operación con un mártir, como con las armas, o tirando piedras en una manifestación, es resistencia. Cada acción tiene una reacción. Si tú asesinas, yo opondré resistencia”.

La película huye del estereotipo y muestra una sociedad en constante tensión, donde cualquiera está preparado para morir, en cualquier momento, por sus ideales.

Texto de la película: Ron Shaked, periodista israelí: “Por desgracia, ha arraigado una cultura del suicidio. Ha habido 193 ataques suicidas en los últimos dos años. Y muchos son mujeres. Hoy día hay 53 mujeres encarceladas. 20 intentaron cometer ataques suicidas”.

“Morir en Jerusalén” es la primera película documental dirigida por la israelí
Hilla Medalia. Y lo que hace es acercarse al conflicto este israelíes y palestinos intentando unir a dos madres en una conversación. Entre medias, la directora acompaña a su protagonista a una cárcel de mujeres, para preguntarles por qué atentaron, por qué colaboraron en construir bombas, por qué no creen en otros caminos para la paz. Toda la película es un deseo de acercamiento, de que estas dos mujeres hablen y se entiendan, para poder ser ejemplo de otras personas y construir un futuro mejor. El dolor y el miedo les lleva a que pasen hasta cuatro años desde la primera llamada hasta que se produce el encuentro, un encuentro vía televisión por satélite, ya que los desplazamientos sufren controles demasiado duros, y la desconfianza en el otro es total. El final de la película es, al fin, la conversación entre estas dos mujeres que han perdido a sus hijas. Y no es una conversación llena de comprensión y buenas palabras. No. Es una conversación tensa, llena de ira, de impotencia, de nervios, de los traumas manifestados en dos personas que, aunque se quieran entender, hablan en distintos idiomas. Nada es gratuito en lo que se dicen estas dos mujeres, no hay ninguna frase hecha ni pensada para agradar, sólo una guerra acumulada en el tiempo, que continúa aunque ya no estén las cámaras. El diálogo y el entendimiento puestos a prueba en esta película: “Morir en Jerusalén”.

Texto de la película: Padre de Ayat: “Aquí tenía once o doce años. Ayat nació aquí en el campo de refugiados. Jugaba en las calles. ¡Loado sea Alá! Era muy buena estudiante. Era muy educada y también era inteligente. Tenía un carácter muy fuerte, y no permitía que las cosas le afectaran. Su ilusión era fundar algún día su familia. ¡Loado sea Alá! La voluntad de Dios la arrastró hacia algo diferente de los estudios, hacia el martirio”.

Texto de la película: Madre de Rachel: “Cuando era muy pequeña, en los Estados Unidos, Rachel dijo: ‘Yo seré Presidenta, o la mujer del Presidente’. Dijo que sería importante. Pero fue importante después de que la mataran. Después de su muerte, todo el mundo sabía quién era”.

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