Y todo empezó con una cámara y un voto
Menuda semanita agitada que hemos tenido, ¿eh? Deben de estar hasta la coronilla de las elecciones norteamericanas, pero no me digan que no ha sido emocionante. En una ocasión así no voy a poder evitar convertirme en cronista de la Gran Manzana, si no cámara en ristre, como los documentalistas del cine directo (recuerden la película "Primary"), sí con los ojos bien abiertos, y el micrófono dispuesto. 4 de noviembre. 7:30 de la mañana en la costa Este de los EE UU. 44 millones de personas han ejercido ya su derecho al voto. Los niños no tienen colegio, pero para el resto, es día laborable; no es como cuando vamos a votar como quien cumple religiosamente antes de tomar el aperitivo, sino que hay que ir antes del trabajo, o en el rato de la comida, o al final del día. 8 de la mañana en un colegio electoral del East Village de Nueva York, los estudiantes de la NYU, la arrasadora Universidad, que copan el barrio, llenaron el colegio, como por las noches atestan los bares. 9:30 de la mañana. Nos vamos al barrio familiar por excelencia, el Upper West Side. Entre el River Side Park y Central Park nos encontramos con un colegio entrañable rodeado de niños con sus madres que venden galletas, tartas y cafés, hechos por ellos mismos. En el interior, no cabe ni un alfiler, y el ambiente es de fiesta. Todo el mundo sonríe, y come y bebe, y saluda. Todo el mundo está pletórico. Puedo decir que, en todo el tiempo que llevo aquí, es el primer día, aunque ya se apuntaron maneras en la noche de Halloween, que veo a los neoyorquinos sonreír. No sé si conocen el sistema de votación en los colegios, pero por si acaso se lo cuento. Primero, como en España, comprobar que estás en la lista, y cuál es la cola que tienes que hacer. Te dan un papelito para que vayas a la cabina, rodeada con cortinas, que te corresponda. Una vez allí, no se piensen que tienen que coger los papeles que les parezcan y meterlos en un sobre para introducirlos en la típica urna, no, no, nada de eso. Toda la operación empieza y finaliza dentro de las cortinas, de donde sale un ruido de lo más misterioso. Y es que en el interior hay unas máquinas maravillosas, más antiguas que el Tío Tom, compuestas por múltiples palancas, cada una para un candidato. Uno va girando las manecillas de sus elecciones, puede cambiarlas todas las veces que quiera, pero una vez que gira la rueda, el voto está hecho y registrado. Con este eficaz sistema, a las once de la noche, la mayoría de los votos estaban contabilizados. Y nada de gente de los distintos partidos intimidando con su presencia. Sólo voluntarios por si alguien necesitaba algo, y carteles empapelando el colegio en el que te recordaban cuáles son todos tus derechos, y en todos los idiomas. Bueno, árabe no vi. Cojo mis galletas de chocolate, enfilo la calle 72, y bajo al metro para subirme al tren 1 y llegar hasta el barrio artístico por excelencia, Tribeca. En el tren voy hacia un asiento vacío, como siempre, y me choco con alguien que estaba haciendo la mismita aproximación que yo, el director Alan Berliner, que me dice que va al barrio a votar, y me voy con él. En frente de nosotros hay una chica que lleva una mochila con una chapa enorme de Obama y un contador electrónico en el que se registran los minutos que le quedan a Bush. Le pregunto dónde lo ha conseguido y me dice que en una fiesta en un típico restaurante español. Vamos a votar. Es la calle Hudson, y Berliner me cuenta que desde esa acera, se podía ver la torre izquierda del World Trade Center. Aquel día, él, junto a otros más, estaban allí parados, estupefactos, tráfico cortado en máxima emergencia, y sin saber qué hacer mientras la torre caía y lo llenaba todo de olor y de escombros. En esa esquina vivía Robert de Niro, que dejó el edificio, pero creó un Festival para devolver algo de vida a la zona. Vamos al colegio, que es enano, y está lleno de pintores y escritores con cara de sueño. Pero todos salen sonriendo de votar. El día anterior hacía un día de perros, pero entonces todo era soleado y brillante. Está claro que algo estaba pasando..., ¿no? Este vídeo, realizado en Harlem, no tiene desperdicio, y lo ilustra mejor que yo. Aquí va otro en Times Square:
Barack Obama no ha sido el primer candidato negro a la presidencia de los Estados Unidos. Y aunque él no dijo nada de sus antecesores en su discurso de victoria, nosotros sí que nos acordamos. La primera persona negra que empezó esta carrera lo hizo hace 40 años, y no sólo era negra, sino que además era mujer. Se llamaba Shirley Chisholm y, por supuesto, tiene un documental.
Shirley Chisholm fue la primera mujer afroamericana elegida para el Congreso de los Estados Unidos. Esto ocurrió en el año 1968. En 1972, se convirtió en la primera candidata para la carrera hacia la presidencia. La película sobre ella, titulada "Chisholm 72", es el debut en la dirección de una de las aprendizas del mítico documentalista Ken Burns, y se llama Shola Lynch.
Shola Lynch: “Hice la película primero porque me atrapó su personalidad y lo que hacía, porque ella fue la primera persona negra candidata al Congreso de toda nuestra historia, y cuando estaba haciendo la búsqueda de documentación, ¡empieza su carrera a la Presidencia! ¿Cómo podía haber sabido esto?”.
Después de su campaña, Shirley Chisholm trabajó para la Asamblea de Representantes en Nueva York durante una década más, y después se retiró a Florida, desde donde participó en esta película.
Shola Lynch: “Vimos la película, y ella de hecho tiene una conversación con ella misma cuando era joven. Había tantas cosas de la historia e incluso sobre ella que había olvidado... Se vio en las fotografías, y en las imágenes cinematográficas y televisivas de archivo, y al verlo tuvo, literalmente, una conversación con su vida y con la gente que hubo en ella”.
Shirley Chisholm murió poco después, el día 1 de enero de 2005, con 80 años. Después de ella, ha habido tres candidatos negros más a la presidencia, Carol Moseley Braun, Al Sharpton, y Jesse Jackson, en cuyas dos campañas Chisholm trabajó duramente, y del que seguro que vieron el martes varios planos cortos, llorando, ante la victoria de Obama. "Nunca rendirse, nunca rendirse", decía Jackson en su discurso de despedida en 1988.
Habla la directora de la “Chisholm 72”, Shola Lynch: “A lo largo del visionado de la historia, y hablando con la gente que trabajó sobre su figura, y en su campaña, me di cuenta de que yo también había subestimado a Shirley del mismo modo. Que ella, de hecho, tenía una estrategia, una estrategia política. No era sólo... Y su estrategia política, en 1972, era muy inteligente. En muchas elecciones, en muchas primarias, no mucha gente puede recolectar los delegados y llegar hasta la convención. Y ella lo hizo”.
En “Chisholm 72”, que pueden adquirir en dvd en su página web, verán que el discurso de Shirley Chisholm no era muy distinto entonces al que oyen ahora a Barack Obama. Ella no quería ser la presidenta de los afroamericanos, ni de las clases sociales, influida por su encuentro con Eleanor Roosevelt, y por los líderes políticos revolucionarios de un barrio guerrero como Brooklyn.
Shola Lynch: “Sabes..., hay, definitivamente, muchas similitudes, y una cosa que a mí me parece interesante es que los problemas de cada candidato son, en definitiva, los mismos. Hay a menudo una actitud similar ante cómo negociar las cosas, pero lo que han cambiado son las circunstancias históricas, el contexto en el que todo ocurre. Y lo que encuentro emocionante sobre el período de Shirley Chisholm, es que a ella no le siguió ninguna gran cadena de televisión, la atención se desviaba hacia otros asuntos y no se la tomaba en serio. Y, fíjate, aquí estamos ahora en esta elección, y no ha pasado tanto tiempo desde entonces, y a Barack Obama y Hillary Clinton se ha tomado tremendamente en serio, y sus ideas fueron las que han ganado, y no su raza y su género”.
Les dejamos con unas palabras de Shirley Chisholm, la protagonista de "Chisholm 72", la mujer y el año, que empezó la lucha para conseguir que el pueblo más castigado se hiciera con el poder del imperio.
Shirley Chisholm: “No puedo ser optimista, intento serlo, pero no puedo. No puedo ser optimista. Intento encontrar la manera, intento mirar... Es verdad que no encuentro muchos resquicios legales, pero aún así no soy muy optimista sobre mi país, y yo amo mi país”.
Informe, pregunte, comente.
1 comentarios:
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De Juan Gomez, A las 12:08 p. m.
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