“Una canción para Argyris” es la historia de cómo la acción de un sólo hombre, con su voluntad, consigue cambiar el rumbo de la injusticia. En este caso, la injusticia sin vuelta atrás de la masacre de la Segunda Guerra Mundial, centralizada en un pequeño pueblo de Grecia.
Texto de la película: “Distomo, un pequeño pueblo rural a tiro de piedra del mar, en la ruta de Atenas a Delfos, en el cruce de caminos donde se dice que Edipo mató a su padre. El pueblo que había acogido a Panajotis Sfounitouris, exiliado del sur del Peloponeso, en los tiempos de venganza de finales del siglo XIX. Los padres de Argyris ya tienen tres hijas. El padre y el abuelo esperan que nazca un niño. La alegría es grande cuando llega al mundo un heredero”.
Cuando Argyris nace en septiembre de 1940, la Guerra arrasa Europa. Los griegos rechazan un primer ataque de la Italia fascista, pero, finalmente, les invaden las tropas alemanas.
Texto de la película: “Aquí Radio Atenas. El enemigo se acerca a la ciudad, a las casas parapetadas. ¡Griegos! ¡Ánimo! ¡Atención! Radio Atenas pronto ya no será griega”.
Atenas cae el 27 de abril de 1941. La bandera de la cruz gamada ondea sobre la Acrópolis. Los alemanes saquean el banco nacional griego, y envían los alimentos a las tropas que están en África. Una hambruna devastadora golpea a Grecia.
Texto de la película: “Cuando bajaban de la Acrópolis, veían a nuestros niños de 7 u 8 años que correteaban por allí para encontrar algo de comida. Cuando pillaban a un niño que había encontrado algo de pan, lo cogían por la mano y le rompían el brazo. El mismo soldado que adoraba el Partenón... (risas desesperadas), tiraba del niño y le rompía el brazo. ¡Esto no es normal!, esto no es normal. Los alemanes fueron demasiado lejos”.
El 6 de junio de 1944, los aliados desembarcan en Normandía y empieza un período sombrío para los habitantes de Distomo. Un período que ya no verá su fin. Argyris tiene tres años y medio, y asiste, como invitado especial, a la muerte de sus padres y de treinta miembros más de su familia.
Texto de la película: “Perdimos a tantos seres queridos... Perdimos a tantas personas sin entender el porqué. A tu padre, el pobre. Yacía a algunos metros de tu tío Mítsos. Los dos asesinados. ¿De quién hay que acordarse primero? Hubo tantas víctimas inocentes”.
Los recuerdos que se cuentan en “Una canción para Argyris” son escalofriantes. Recuerdos de muertes y torturas difícilmente imaginables, y que prefiero que no conozcan por mí, sino por boca de los testigos, cuando vean la película. Toda esa tristeza y esa fuerza son lo que palpita en un lugar en el que se detiene el tiempo, y que podemos observar gracias a unos magníficos planos de Grecia. Un lugar donde viven los adultos que se preguntan aún, a día de hoy, cómo es posible que los humanos podamos llegar a comportarnos con tanta brutalidad.
Texto de la película: “Sí, me acuerdo de este niño de la foto. Así me sentí. Aprieto los dientes, ni se me ocurre sonreír. Este niño tiene los ojos bien abiertos y pregunta: ¿Ése es vuestro mundo? Cuando a los tres años y medio te quedas en la calle, tu casa ha ardido, y tus padres han muerto, da igual que las hermanas, los abuelos y las tías se ocupen de ti. El mundo se hunde igualmente, todo lo que conoces, y el sentido de la vida. Entonces te preguntas lo que aún hoy me pregunto: ¿Con qué derecho? ¿Quién es el responsable y quién se encarga de que esto no se repita?”.
“Una canción para Argyris” habla de tristeza, de soledades, de pobreza. Demasiado para un niño, y demasiado para cualquiera. Llegado ese momento, Argyris comienza un viaje por Europa para vivir en lo que debía de ser su hogar: Un orfanato de la Cruz Roja Internacional.
Texto de la película: “La idea básica era acoger el mayor número posible de huérfanos de guerra, y darles la posibilidad de crecer juntos en un pueblo, para que se estableciesen entre ellos lazos de amistad. Para eso vinieron al ‘pueblo de los niños’. La mayor parte eran huérfanos de padre y madre, y crecieron en un espíritu de reconciliación”.
Aquél fue el lugar de Suiza que le permitió a Argyris vislumbrar un posible futuro, aprender con su actividad en el periódico del colegio, e incluso participar en una película, la titulada “Nuestro pueblo”, que se estrenó en el Festival de Cannes, y que ganó el Oso de Oro en la primera edición de la Berlinale, en el año 1951. Pero eso no fue todo...
Texto de la película: “Un día dije a los alumnos de segundo ciclo: Os propongo que escribáis un ensayo sobre una personalidad contemporánea. Todos estuvieron de acuerdo. Y Argyris, sin decírmelo, escribió una carta a Albert Einstein. La escribió tal cual. Directamente. Y, un día, Argyris se presentó en mi casa con una carta. Todavía lo veo, con su uniforme de scout. Me dijo: ‘Mire lo que he recibido’. Era la respuesta de Einstein. Entonces entendí que aquel chico tenía iniciativa. Redactó la carta de tal modo que Einstein le respondió”.
Después de esto, Argyris estudiaría matemáticas, física y astrofísica en Zúrich, para al final volcar todas sus reflexiones en la escritura. Pero estos pequeños vuelos se verían truncados por la realidad de Grecia. La noche del 21 de abril de 1967, los militares dan un Golpe de Estado, y se instaura la dictadura militar. Argyris se convierte en uno de los principales opositores políticos.
Texto de la película: “La comunidad griega de Suiza estaba conmocionada. Nos preguntamos qué podíamos hacer. Había que expresar nuestras protestas. La primera gran manifestación tuvo lugar el 20 de mayo de 1967. Max Frisch se dirige a la multitud. El éxito es enorme, y consigue unirnos a todos en la misma acción política”.
“Una canción para Argyris” está hecha de magníficas fotografías y vídeos, declaraciones de los supervivientes, y también de los alemanes marcados por lo que hicieron sus padres durante la ocupación. Imágenes reveladoras y una narración que explican de una forma clarísima lo que supone la vida bajo un estado policial, las escuchas en secreto, el miedo. El director, Stefan Haupt, explica así el origen del proyecto:
Stefan Haupt: “Conocí a Argyris Sfountouris hace diez años, cuando yo trabajaba como director de teatro. Después, pasé el verano del 2003 en Creta, en casa de la familia de mi mujer, que es griega. Hacía poco que los americanos habían invadido Irak. Fue entonces cuando empecé a plantearme seriamente tomar la historia de Argyris como punto de partida para un proyecto cinematográfico. E, inesperadamente, algo sucedió. Viajando en barco, mi familia y 160 pasajeros más fuimos presa de una gran tormenta justo antes del anochecer. De pronto, una ola gigante chocó contra nuestra embarcación y el agua lo invadió todo. Un silencio total se impuso en la cubierta; aterrador, mortífero. El capitán envió las señales de auxilio mientras el barco, que iba a toda velocidad hacía unos instantes, ahora tan sólo se balanceaba sobre las olas. Todo el mundo estaba mareado. Cayó la noche. Nunca antes había experimentado algo semejante ni podía imaginármelo realmente. Estando todos con los chalecos salvavidas puestos, acurrucados en cubierta, para compensar la inclinación del barco, que estaba semihundido, mil sensaciones, imágenes y pensamientos me bombardeaban la mente sin cesar. Entonces sentí como si una especie de ventana se hubiese abierto de repente, permitiéndome el acceso a un mundo hasta entonces desconocido para mí: El miedo. Ya de vuelta, en Creta, llamé a Argyris: Quería hacer la película como fuese. Él aceptó inmediatamente”.
El protagonista de “Una canción para Argyris” es un adulto que recuerda, que afirma que se siente como un niño a pesar de todo, que el niño que era continúa intacto, que el pasado le marca de por vida y guía sus actos, que vive de las reservas acumuladas durante su infancia, y que crece gracias a que los viajes contextualizan tabúes y recolocan las vivencias. “Una canción para Argyris” es una reflexión emocionada sobre la reconciliación, y el sentimiento de culpabilidad. Es una pregunta al aire, la de la duda entre olvidar o recordar.
Texto de la película: “Cuando piensas en los hechos del pasado, surge una tensión que, de algún modo, retrasa tu desarrollo. Y siempre te preguntas: ¿Qué otras posibilidades teníamos? El niño pequeño que hay en mí se lo pregunta constantemente. En cada cruce de caminos surge la pregunta decisiva: ¿Quieres superar esto, o prefieres entrar en crisis? ¿Prefieres olvidarlo todo, intentar disfrutar de la vida, y fingir que todo es normal? O sea: Todo lo que la profesión psiquiátrica siempre recomienda. En esos casos siempre se trata de tachar algo, de acomodarse. Pero yo pensé: Eso no es para mí. Yo no quiero tachar nada. No quiero acomodarme. No quiero que mi experiencia caiga en saco roto. No quiero superarla o rechazarla. Claro que no dicen ‘rechazarla’. Dicen ‘digerirla’, ‘asumirla’. En estos momentos me espera una tarea, y voy a llevarla a cabo. Esta tarea es la pregunta que me hago desde los tres años y medio. ¿Qué haces tú para que esto no les pase a los demás?”.
El director de “Una canción para Argyris”, el suizo Stefan Haupt, también ha realizado la película documental “Elisabeth Kübler-Ross”, en la que se debatía sobre el derecho a decidir sobre el final de la vida. Y nos ofrece en esta ocasión un cúmulo de emociones, imágenes vivas, reflexiones y, sobre todo, preguntas, en un merecido homenaje a todos los niños de la guerra, de cualquier guerra, que aún sonríen con una canción.
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