Conversaciones para una película documental: Willard Van Dyke y Joris Ivens
Willard Van Dyke fue director del Departamento de Cine del Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York, MoMA, desde noviembre del año 1965 a enero de 1974. En esta etapa, guió la transición de la Biblioteca Cinematográfica, que transformó en un Área de Comisariado del Cine para el museo, de la mayor envergadura. Van Dyke creía que el género documental era algo más que el mero registro de acontecimientos. Él entendía el cine de no ficción como la mayor fórmula de expresión audiovisual artística, la manifestación de la poesía cuando ésta se instala en las ideas. Siempre estuvo interesado en el arte, no en la producción industrial de películas, y leía y reflexionaba sobre todo lo que caía en sus manos. Por eso, aceptó sin pensarlo dos veces su puesto en el MoMA, y se sintió poderoso y afortunado al hacer exactamente lo que quería hacer.
En “Conversaciones con Willard Van Dyke”, este fotógrafo que cambió California por Nueva York en 1935, cuenta en primera persona que tuvo su primera cámara a los 12 años, y que ésta fue su primer amor. En 1938 obtuvo su primer trabajo como operador de cámara en “The river”, que ganó el premio al mejor documental en el Festival de Venecia, y que trataba sobre la importancia del Mississippi en los Estados Unidos. Su segundo cortometraje como director, “The City”, obtuvo en 1939 un premio del National Film Preservation Board. Para “The New York Times” era la primera vez que un documental unía mensaje más entretenimiento. Para Van Dyke, “The City” es la película “más suya”, y es posible que hayan podido ver una de sus secuencias más conocidas, la de la producción en grandes cantidades de contundentes desayunos, tras la aparición de unos chicos pobres vagabundeando en una barriada.
Pero Van Dyke también destaca otra película de su filmografía como la más interesante. Se trata de “Valley Town”, de un año después, en la que examina los efectos de la automatización de la industria: “No son actores, son hombres y mujeres de un pequeño pueblo norteamericano”, dice Van Dyke con la emoción habitual en él cuando habla de fotografía y de cine documental.
De 1943 a 1943, Van Dyke fue productor cinematográfico para la Oficina de Información de Guerra. Después vendrían películas como “The photographer”, para la Agencia de Información de los Estados Unidos; “There is a Season”, para la Compañía Ford; o “Rice”, para la Fundación Rockefeller. Van Dyke, sin embargo, siempre ha querido dejar claros los porqués de esta vinculación: “Hago películas de propaganda, sí, pero como crítica, porque odio a los nazis. Por eso acepto encargos gubernamentales, para utilizar su técnica con mi punto de vista. Y muestro aspectos de la vida americana que no son, necesariamente, los más representativos”. Pueden ver un ejemplo en este enlace de “El de los Cabos Blancos”, que Van Dyke realizó en castellano en 1955 como encargo del Departamento de Educación Pública de Puerto Rico.
"Conversaciones con Willard Van Dyke" es una de esas películas "difíciles de encontrar", y de ahí que quiera compartir su descubrimiento. La directora Amalie R. Rothschild la realizó en el año 1981, con agradecimientos a, entre otros, uno de los referentes del llamado "cine directo", D.A. Pennebaker, y al actual comisario del Departamento de Cine del MoMA, Charles Silver. Captó un encuentro entre dos cineastas que, al conocerse en América, se hicieron directamente amigos. Van Dyke y Joris Ivens hablan en esta película de cómo ven y entienden el cine documental, de la tradición en Rusia de Dziga Vertov, de René Clair en Francia, y del foco creativo de Nueva York en los Estados Unidos, tras la estela de Robert Flaherty. Y es que, para Van Dyke, una de las obras maestras que más admira es, nada menos, que “The Spanish Earth”, “La Tierra Española”, de Joris Ivens, con guión de John Dos Passos y Ernest Hemingway, que también cedió su voz: A los hombres curtidos por el sol de Fuentedueña, a lo que amasaban pan, a los que trabajaban con el burro, y a las mujeres que lavaban la ropa. A los que trabajaban con la azada mientras se escuchaban cañonazos a lo lejos y llegaban tortillas de patata y cebolla desde Madrid. “El hombre que está frente a la cámara fue detenido y murió”, comenta para su bien entender e información. Los niños, como Julián, describían por carta a sus padres los ataques y emboscadas. La estatua de La Cibeles estaba tomada por los soldados y rodeada de sacos de arena. El Palacio Real estaba destruido y los peones retiraban los escombros. Los periodistas extranjeros se sumaban a la causa republicana. Pueden comprobarlo en este enlace, en el que verán "The Spanish Earth", completa y gratuita. El océano Atlántico no separaba tanto...
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