Hubert Sauper, director de "La pesadilla de Darwin": "Todos nos reconocemos en las imágenes más terribles"
Son las seis de la tarde y Hubert Sauper recibe a periodistas desde las doce, en un salón de un hotel de Madrid, para hablar de su documental, La pesadilla de Darwin, que se estrena hoy en España. Está cansado, lógicamente, pero no le importa. Sólo quiere estirar las piernas un momento y tener cerca unas cuantas galletas que picotea durante la entrevista. Parece una persona inquieta, por lo que no me sorprende su delgadez. Contiene la rabia en sus ojos azules cuando recuerda alguna situación lamentable e injusta. Y ha visto muchas.
- La Hora del Documental: Cuando recogió el premio al mejor documental europeo del año pasado dijo que todo el mundo sabe que estamos en el mismo bote, un bote que se hunde, pero que nadie se lo cree de verdad. ¿En qué momento y por qué usted tomó consciencia de los problemas y dejó de mirar hacia otro lado?
- Hubert Sauper: "Yo no soy una persona que vaya a hacer comedias, precisamente. Siempre ha habido temas y problemas que me han preocupado. Quiero hacer documentales de forma apasionada, documentales que nos planteen preguntas. Pero sí podría decir un momento muy importante para mí, en el que empecé a darme cuenta de muchas cosas: presencié la guerra del Congo, en 1997, y eso me marcó. Me enfrenté a unas imágenes para las que no estaba preparado. Me pregunté por qué era justo yo quien estaba viendo todo eso y no tú, por ejemplo, por qué ocurría ante mis ojos. Después, al grabar algunas cosas, sentía la necesidad de enseñárselo a mis amigos y conocidos, compartir mi experiencia y que todo el mundo lo viera. Ahí empezó todo. La pesadilla de Darwin habla de la ironía, del cinismo y de la complejidad del proceso de globalización. En esta globalización estamos todos metidos, y por eso hay que mirar el documental como si nos estuviéramos mirando en un espejo, como si viéramos el basurero colectivo de la humanidad y abriéramos la tapa".
- L. H . D. D.: Creo que hay un sentimiento general de que si nos ponemos a pensar en todo lo que comemos, con lo que nos vestimos, en la situación de los refugiados saharuis, de la pobreza de la India..., no podríamos vivir, y se evita. Usted que ha estado en África, que ha sido testigo privilegiado de los problemas de su gente, ¿qué es lo que cree que se debe hacer ante tales conflictos, qué medidas propone?
- H. S.: "Yo no soy un visionario ni un profeta. He encontrado respuestas para mí, para mi vida, eso lo primero. Pero no tengo la capacidad ni el derecho de decirle a nadie lo que tiene que hacer. Me parece muy positivo, en cualquier caso, que la gente piense. Es verdad que es muy difícil enfrentarse a la realidad. Cuando estamos muy enfermos hay muchos que preferirían no saberlo, pero hay otros que sí que lo quieren saber para consultar a un buen médico y a partir de ahí decidir".
- L. H. D. D.: Una de las secuencias que más me ha impactado ha sido la de los niños que se quitan la comida unos a otros. ¿A usted qué es lo que más le marcó?
- H. S.: "Hay muchas cosas que impactan en esta película y sé que resulta chocante ver determinados comportamientos en el cine, pero son parte de la vida. Para la gente de África, luchar entre ellos es una forma normal de comunicarse, es su día a día cotidiano, pero se convierte en especial en el contexto de una película. Esa es la línea base, filosófica, de La pesadilla de Darwin, la superviviencia del que tiene más fuerza y más posibilidades, aunque nunca se oye hablar en la película de la teoría de Darwin. La situación de estos niños que luchan por el arroz se podría comparar perfectamente con los ejecutivos de Wall Street, en la Bolsa de Nueva York, que se pelean por unas acciones. Es la misma locura, el mismo tipo de comportamiento humano, aunque en distintas situaciones. La pesadilla más grande no es ver imágenes terribles, sino que nos reconocemos en estas imágenes, en este horror. Los pilotos rusos son personas encantadoras y sin embargo hacen lo que hacen en su trabajo, transportan armas. Todos formamos parte de un sistema enorme, todos estamos envueltos y contribuimos a él, y al mismo tiempo nos destruye".
- L. H. D. D.: Usted ganó el premio al mejor documental europeo, pero sin embargo no fue candidato al Óscar. En España, por ejemplo, se ha retrasado el estreno de la película varios meses, desde que se presentó en septiembre en el Festival de San Sebastián. ¿Qué tal se ha recibido la película en Francia, Suiza y Alemania? ¿Cree que ha habido intereses, de cualquier tipo, que han dificultado la distribución del documental?
- H. S.: "Sí que tuvimos opciones al Oscar y, además, la distribución de la película va increíblemente bien por todo el mundo. En Francia, donde vivo en la actualidad, el documental ha tenido mucha repercusión, con multitud de reportajes en periódicos y televisiones. También ha sido la excusa para abrir muchos debates en los medios. Pero lo que más me gusta es que no sólo se ha hablado del documental por su contenido y por sus efectos políticos, financieros, sociales e incluso científicos, sino que se le ha considerado como obra cinematográfica, y se ha valorado su narración, los personajes, su fotografía, su montaje. Este documental ofrece imágenes de cosas que siempre han existido, les pone cara".
- L. H. D. D.: ¿La pesadilla de Darwin es una película con amigos y enemigos? Hay quien piensa que la tesis de que los aviones llegan a África con armamento está un poco forzada, que puede haberse manipulado ya que sólo se consigue que alguien lo reconozca una vez y habla del pasado.
- H. S.: "Sí, me ha llegado algún comentario. Sólo puedo decir que lo siento por los que piensan así, porque demuestran mucha ignorancia, porque si necesitan más pruebas de que hay armas en los aviones que llegan a África les invito a que lean libros y periódicos y que se documenten sobre los conflictos del mundo. Esta guerra ha sido la más grande del planeta desde la Segunda Guerra Mundial, y en ella han muerto más de cinco millones de personas en pocos años. Quien afirme lo contrario que lea libros de cocina, que vea películas de Hollywood, pero que no hable conmigo. Es igual que si a una madre se le muere su hijo de una sobredosis y dice que si no ha visto al camello mientras le vendía no se cree que su hijo consumiera drogas. Esa persona tiene un problema porque no se enfrenta a la realidad".
- L. H. D. D.: ¿Cuánto tiempo le llevó ganarse la confianza de los protagonistas para que contaran cosas, en ocasiones, tan personales? ¿Qué relación mantiene con ellos o qué sabe de ellos ahora que ya ha pasado un año desde el rodaje?
- H. S.: "Me ha llevado mucho tiempo esta película, cuatro años en total y seis meses de rodaje. Por supuesto que continúa la relación con todos los que puedo, nos hablamos, nos escribimos, con los niños de la calle, y soy amigo de los pilotos. Pero no voy a entrar en detalles porque forman parte de mi vida, de mi intimidad. Lo que puedo decir es que, sobre todo, esta gente ha cambiado mi vida. Cuando hay un intercambio personal así, de formas de pensar y de ver la vida, es muy enriquecedor. Intento dar comida a los niños que veo, pero no puedo salvar a África entera, es imposible".
- L. H. D. D.: A las potencias no les interesa que el pueblo africano muera porque es el que hace el trabajo sucio, pero sí quieren mantenerlos "muertos de hambre", necesitados, desesperados. ¿Cree que los documentalistas tienen, hoy en día, una especie de "misión especial" de concienciación, de conmoción emocional con la sociedad?
- H. S.: "No me gusta considerarme portador de ninguna misión, lo veo más como una necesidad. No sólo muestro "la pesadilla", sino también a gente maravillosa, con un gran potencial, pero que quizá no tengan nunca la oportunidad de desarrollarlo por culpa del sistema injusto en el que vivimos. Un aspecto muy importante de mi trabajo es la posibilidad de mostrar mi punto de vista sobre cualquier tema, sobre el continente africano y su gente increíble".
- L. H. D. D.: ¿Qué es lo que está haciendo ahora? ¿Piensa seguir realizando documentales comprometidos con la sociedad? ¿Hay ediciones en dvd para recuperar y revisar documentales suyos anteriores como Kisangari Diary, sobre la guerra en el Zaire, o Alone with our stories, sobre la violencia contra las mujeres?
- H. S.: "Es muy difícil para mí hacer musicales o comedias, eso está claro. No puedo hablar ahora de mis proyectos, me queda mucho camino por recorrer. Quizá algo de lo que hemos hablado ahora me sirva para hacer una siguiente película y dentro de unos años esté otra vez aquí hablando de ella. Pero si concretara mi respuesta tendría auténticas pesadillas hasta realizar los proyectos. Me parece muy bonito que, por el éxito de esta película, mucha gente quiere saber más de las anteriores. Es muy posible que mis otros documentales se repongan en cine y que Kisangary Diary, que se vio hace unos años en Televisión Española, se edite en el mismo dvd que La pesadilla de Darwin, ya que tiene una conexión directa con ella porque es de donde brotó su idea. Y la verdad, dicen que La pesadilla es dura..., pero Kisangari Diary lo es diez veces más".
- L. H. D. D.: La ley del más fuerte se da, me temo, en todos los ámbitos. Incluso parece una broma de mal gusto que La pesadilla de Darwin se estrene el mismo día que la gigantesca La guerra de los mundos...
- H. S.: ¿La guerra de los mundos? ¿De qué va esta película?
- L. H. D. D.: Es cierto, Sauper está perdido con mi pregunta, y después de recomponer mi cara de sorpresa, le explico que La guerra de los mundos es el último estreno de Steven Spielberg, protagonizado por Tom Cruise.
- H. S.: "Vaya..., no lo sabía. En cualquier caso, no está mal entrar en la carrera con una película de Spielberg. Me puedo perder sólo al imaginarme el número de entradas que puede vender, pero intentaremos estar en la cartelera alguna semana más que él... No quiero hacer predicciones, pero creo que La pesadilla de Darwin tiene la posibilidad de ser recordada en el futuro, y de continuar más tiempo en los archivos de la filmografía mundial, que un producto de Hollywood".
Terminamos y Hubert Sauper se levanta para ir al baño. Todavía le queda contestar un cuestionario para un periódico nacional. No le importa. Al día siguiente le espera una jornada parecida con los periodistas en Barcelona. Mira un poco triste y me levanta el brazo con la mano cerrada para despedirse, en un gesto de: fuerza, resistencia, ánimo. Pues eso.
Informe, pregunte, comente.
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