¿Alguna vez usted ha admirado a alguien? Quiero decir en el sentido de respetar la integridad del trabajo de una persona. Dejo fuera del planteamiento los colapsos ante movimientos, pieles, miradas y otras cuestiones de pulsos más desasosegantes. Me llama la atención, por ejemplo, que el común uso del castellano llevara en tiempos a manifestar “mis respetos”, en plural, como si el respeto fuera una entidad con personalidad múltiple. Y quizá lo es... Porque, ¿qué es lo que nos lleva a rendirnos ante unas determinadas formas de actuar? Muchas veces simplemente contemplamos con admiración un trabajo porque alguien nos ha abierto los ojos ante su existencia. El ejercicio de descubrir algo que desconocíamos puede proporcionarnos el prolongado placer de la expansión de horizontes. Otras, admiramos a alguien porque los demás lo admiran. O respetamos el éxito. O la rareza. A veces nos quedamos embobados con la destreza, o quizá la inteligencia, de algo tan pequeño, y en principio tan insignificante, como un ratón.
Se habrán dado cuenta de que estoy utilizando las palabras “admiración” y “respeto” de forma indistinta. Puede que muchas veces sean una misma cosa. Hay quien sólo se enamora de aquél a quien admira..., y por eso lo respeta. En los últimos días he visto anuncios de televisión en los que la actriz Sigourney Weaver promocionaba una campaña de compensación económica para los que han ayudado de forma individual y voluntaria en cualquier cosa en la que se pudiera ayudar tras los atentados del 11 de septiembre en el World Trade Center de Nueva York. El protagonista de otro anuncio era el director Martin Scorsese que, con ese humor que le caracteriza, quería convencer a una mujer en un aeropuerto de que le iba a cambiar la vida, no como actriz en una de sus películas, sino si utilizaba la tarjeta de crédito American Express. No sé si esto influye en el respeto que uno manifiesta hacia los demás, o lo aumenta, o lo disminuye, o simplemente lo deja a uno en estado de “pausa”.
Cuando alguien empieza a sentirse atraído por el cine de no ficción, el cine experimental, el cine fronterizo, esas formas de hacer cine que conllevan en su creación esas increíbles dosis de libertad, se descubren nombres y trayectorias, películas que uno se avergüenza por no haber visto o no haber sabido nada de ellas antes. Auténticas declaraciones de estilo, de intenciones, y de expresividad, que se revelan en arte con un lirismo escondido. Todo es nuevo, y todo es bueno. Parece un camino infinito, aunque sean en realidad muchos nuevos caminos trazados a pequeños pasos. A mí me ha pasado eso con muchos directores. Y me seguirá pasando. Por ejemplo, con Chris Marker. Ya he contado por aquí que vi “Sans Soleil” por primera vez cuando el profesor de guión que tenía por aquel entonces, Carlos Muguiro, me abrió los ojos ante la existencia de una obra que no estaba editada aún en España. Hace poco llegó el pack de dvds de Intermedio con algunas de sus películas. Y ahora el centro Film Forum de Nueva York hace una promoción ante la noticia de la edición en dvd, por parte de la compañía Icarus Films, de las películas “The case of the grinning cat” y “Remembrance of things to come”. La fecha oficial de inicio de venta al público es hoy mismo, día 2 de septiembre. En ambas ediciones se incluye variado material extra de Marker, como la pieza titulada “Leila Attacks”, de un minuto de duración. En la página web de “Cahiers du Cinéma”, en este enlace, se puede ver la pieza, acompañada de un texto firmado por Chris Marker. Gracias a Matt Peterson, descubro que en el blog “Cinemasparagus”, su autor ha traducido el texto del francés al inglés. Al final de la redacción, el propio Chris Marker escribe un comentario felicitando al autor por la acertada traducción y selección de imágenes, y revela así que es el posible creador de un posible blog privado (rastreadores de blogs, aquí tienen tarea). Mi propósito ahora es traducir al castellano tan sólo un fragmento del texto, con la mayor de las humildades, para dejarles en la pista, y para animar a los seguidores de las lenguas de todo el mundo a que lo traduzcan a su vez a sus formas de expresión correspondientes, para extender la cadena “fotogramática”. No es material nuevo, pero es una excusa para hablar de todo esto. Aquí lo tienen:
“Mientras el reciente 'Festival de Cine de Un Minuto' estaba teniendo lugar (sí, sí, eso existe –en América, evidentemente), los profesionales del sector profesaban un tipo de minuto, de silencio en concreto, en memoria de Leila, el ratón.
En realidad, el ratón... Leila era una pequeña rata, pero decir eso en francés carece terriblemente de maneras, y ya que Leila tenía elegancia por sí misma, será un ratón para la posteridad.
Todo el mundo ha experimentado este fenómeno: siempre que una mirada se posa sobre nosotros un cierto tiempo, puedes sentirlo, físicamente. Es lo que me pasó un día mientras estaba trabajando con mis ordenadores. Alguien, en alguna parte, había fijado su mirada en mí, y por eso miré alrededor con cuidado, hacia la más tenue señal humana. ¿”Humana”? Aquí estaba el error. Incluso aunque no hubieran existido otras miradas. Bajé los ojos y vi esa pequeña criatura de pie sobre sus patas traseras, tan altanera, y afirmando por el repetido movimiento de su nariz un indiscutible interés en mi humilde trabajo. “¿Qué estás haciendo aquí, tú? – y en el momento en que lanzaba la pregunta recordé que, en efecto, la hija de mi vecino guardaba en una pequeña jaula cuatro pequeñas ratas. Nadie ha comentado nunca cómo la que todavía no había recibido el nombre de Leila se las había arreglado para escaparse, pero aquí estaba.
Todo esto sucedía un sábado por la tarde, en que todo anunciaba un temprano toque de queda. Por un lado, los humanos del lugar se habían ido el fin de semana, no había una sola tienda en el horizonte donde se pudiera encontrar algo parecido a una jaula, para permitirle vagabundear por el estudio perdiéndose entre el revoltijo de cajas y cosas apiladas, y echarla sería exponerla a las patrullas de gatos menos receptivos a su encanto. ¿Qué hacer con ella? Transformé un cartón del ordenador en refugio temporal, con agujeros para respirar, lo que se me ocurrió al recordar algunas de las lecciones de David Carradine en 'Kung Fu', y cerré la tapa de nuevo. De súbito ella había recibido su nombre. Dos días antes, Florence Aubenas (la periodista de “Libération” que fue secuestrada en Irak, y liberada en junio de 2005, tras estar retenida por seis meses) protagonizó la hazaña sin precedentes de hacer que un manojo de periodistas se murieran de risa mientras contaba su experiencia como rehén, para mostrar tanta clase al describir tanto sufrimiento, que lo encontré sencillamente deslumbrante. Sin embargo, recordemos que sus raptores habían cambiado su irreligioso nombre por otro: Leila. Y en un destello me vi a mí mismo, en los ojos del ratón, transformado en un raptor. Por supuesto fue por su propio bien, pero ¿qué fue lo que vio en mí? Que este desmesurado ente a quien ella había gentilmente ido a visitar, le había encerrado en una caja. 'Pardon, Leila', fueron las palabras que me vinieron de forma instintiva, y fue bautizada [...]".
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