Durante el mes de agosto, en el periódico "El País" se han publicado detallados perfiles de hombres y mujeres que, a pesar de no salir en los programas del corazón, destacan del resto de los mortales por la aportación artística y cultural de sus trabajos. De todos estos artículos nos llamó la atención uno sobre el director Joaquín Jordá escrito por otra cineasta, Chus Gutiérrez. Ambos han realizado, a lo largo de su carrera, películas de ficción y documentales.
En las próximas semanas se va a estrenar en España el documental de Joaquín Jordá, 20 años no es nada, y además el director aparecerá en el documental, también de próximo estreno, La doble vida del faquir, de Esteve Riambau y Elisabet Cabeza. Así que aprovechamos esta circunstancia para recuperar el artículo sobre Jordá y que puedan leerlo íntegro. Como decimos, se publicó en "El País"; en concreto, el pasado día 10 de agosto:
"Conocí a Joaquín cuando volví de Nueva York en 1987. Yo acababa de llegar a Madrid, quería hacer cine, pero no sabía la forma de entrar en contacto con la industria y no conocía absolutamente a nadie. Alguien me dio su teléfono y le llamé. Me encontré con un hombre grande, generoso y travieso de 53 años. Me recibió en su casa de Alfonso XII, a la espalda del Jardín Botánico. Recuerdo perfectamente ese primer encuentro porque de alguna forma marcó para siempre nuestra relación. Lo que podía haber sido una charla de media hora se convirtió en una conversación que duró horas. Él no tenía ninguna prisa, ni parecía que tuviera nada demasiado urgente que hacer. Terminamos comiendo juntos, y ya, al final de la tarde, nos separamos.
Durante los diez años siguientes y hasta 1997, año en el que Joaquín sufrió un infarto cerebral y se fue a Barcelona a vivir, nos seguimos viendo con frecuencia y trabajamos juntos en dos proyectos. Yo, como su ayudante de dirección en la espléndida película de El encargo del cazador, y él, como guionista en la película que yo dirigí, Alma gitana. Durante nuestros encuentros fui descubriendo quién era este hombre que decía las verdades bruscamente y que siempre tenía para ofrecerte una visión de las cosas que no era la establecida.
Joaquín, hijo de notario, nació en Santa Coloma de Farners el 1 de agosto de 1935. Estudió el bachillerato entre Barcelona, Valencia y Reus, y por imperativos familiares acabó estudiando Derecho. Ya en la Universidad comenzó a tener inquietudes políticas y, junto a otros, crea la primera célula comunista de la Universidad de Barcelona: "Yo era muy optimista en aquellos años y pensaba que estábamos viviendo en una época prerrevolucionaria, que todo estaba a punto de cambiar y que en una sociedad comunista no tendría ningún sentido ser abogado". En 1952 hizo su primer viaje a París y se pasó la mayoría del tiempo metido en la Cinemateca.
Por aquellos años, Joaquín siempre pensó que se dedicaría a la literatura y escribió numerosos cuentos e incluso llegó a iniciar una interminable novela que nunca terminó. Pero, como él mismo dice, "por esos azares de la vida que casi siempre la mejoran...", terminó interesándose por el cine. El proceso de politización que vivió en esos años le hizo decidir que el cine era más adecuado que la literatura para hacer llegar a la gente determinados mensajes.
Entre 1958 y 1959 ingresó en la Escuela de Cine de Madrid y comenzó a trabajar en UNICI, una productora cinematográfica estrechamente ligada al PCE, creada en 1949 y que produjo películas como Bienvenido, Mr. Marshal!, de José Luis García Berlanga.
UNICI y Juan Antonio Bardem produjeron la primera película de Joaquín, El día de los muertos (1961), que codirige con Julián Marcos. La película, de 12 minutos, está centrada sobre el negocio de la muerte y rodada el Día de Todos los Santos, cuando todo el mundo acude a visitar a sus muertos. La censura de aquellos años prohibió la exhibición de la película. "A mi juicio, el documental está realizado de modo tendencioso. Tiene una serie de primeros planos, tomados todos con muy mala intención, como, por ejemplo, el de la Legión Cóndor. La gran mayoría de público que aparece va mal vestido, sucio; esta misma suciedad aparece en muchos de los planos... Por otra parte, no creo que tenga ningún valor cinematográfico". (Texto de la Junta de Clasificación y Censura, con firma ilegible, el 19 de diciembre de 1962).
En 1962, Joaquín volvió a Barcelona y, tras una crisis personal y política, deja de acudir a las reuniones del Partido. Por aquellos años, Joaquín acaba formando parte de la llamada gauche divine barcelonesa de los años sesenta. Eran un grupo de intelectuales y artistas cuyas inquietudes políticas y culturales desafiaban las convenciones de un franquismo ya agonizante. Gente como Vicente Aranda, Ricardo Bofill, Jacinto Esteva, Carlos Durán, Gonzalo Suárez y el propio Joaquín Jordá crearon la corriente cinematográfica conocida como la Escuela de Barcelona, que tenía como finalidad la autofinanciación, el trabajo en equipo, el carácter experimental y vanguardista, favoreciendo las formaciones no académicas ni profesionales de los actores y realizadores. En 1967 dirige junto a Jacinto Esteva, Dante no es únicamente severo.
Tras el fracaso comercial de las películas de la Escuela de Barcelona y la imposibilidad de poner en marcha algunos proyectos, Joaquín se va a Italia, como él dice: "A hacer la revolución". Allí rodó diferentes películas militantes como: Portogallo paese tranquillo (1969), Il perché del dissenso Lenin vivo (1970), I tupamaros ci parlano (1970). Después de aquellas frustradas películas militantes, abandona la práctica del cine y se dedica directamente a la agitación política. Pero Joaquín, con el alma sin domesticar que le caracteriza, es incapaz de asumir las reglas de cualquier compromiso político de partido: "Joaquín recorrió desde el comunismo prosoviético toda la gama de heterodoxias políticas, incluyendo el troskismo, la acracia y la contracultura hippy, sin desdeñar un breve coqueteo con el nacionalismo catalán radical, aunque con su ideologismo siempre atemperado por un escepticismo de base, su hedonismo visceral y su gula hacia todos los placeres...". (Palabras de Roman Gubern en su libro "Viaje de ida").
En 1973, vuelve a Barcelona bastante decepcionado del mundo cinematográfico y político, dedicándose a la traducción, principalmente para la editorial Anagrama, que dirige Jorge Herralde... "Traducir ha sido para mí la actividad creativa que he hecho más veces. Pienso que he llegado a tener oficio de traductor. En muchas épocas me ha permitido vivir y ha sido mi única fuente de dinero".
En 1979, vuelve a ponerse al frente de un peculiar proyecto cinematográfico: Numax presenta... Numax era una fábrica de ventiladores y electrodomésticos condenada a desaparecer. Los trabajadores iniciaron una lucha que se prolongó durante dos años y decidieron que la modestísima caja de resistencia de los huelguistas se empleara para rodar una película: el testimonio de su lucha.
Joaquín fue el encargado de hacerlo y, sin saberlo, inició su carrera dentro del género cinematográfico que él ha sabido llevar al sumun de la creatividad y la inteligencia: el documental.
En 1991 emprende uno de sus proyectos más interesantes, El encargo del cazador. Un documental escalofriante sobre Jacinto Esteva. El proceso de autodestrucción de un hombre a través principalmente del alcohol y las drogas, y las consecuencias que provoca en todos los seres que le rodean. Daría, la hija de Jacinto, sirve en la narración de hilo conductor. Ella nos lleva a través de emociones difíciles de digerir.
Joaquín se mete en el proyecto con la intención de reencontrar a un buen amigo y hablar de una época en la que un grupo de gente había compartido sueños y luchas. La gauche divine 25 años más tarde, y lo que nos retrata es el mundo de los vencedores y los vencidos. Jacinto Esteva es uno de los vencidos.
A partir de este proyecto, Joaquín empieza a hacer su trabajo más interesante. Aporta al documental una mirada muy personal en su manera de contar. El director, de alguna forma, se convierte en otro personaje más de la película, y nos da su propia visión de lo que él sintió: "Va y nos golpea con verdades sin paliativos. Nos sacude perspectivas inusitadas e incluso crueles... Y luego cura las heridas resultantes con pócimas de inteligente autoironía, sabedor de que, si escuece, es porque cura". (Palabras de Daría Esteva sobre Joaquín).
En Monos como Becky (1999), nos sumerge en el mundo de la locura. Su propia locura a partir de los cambios de percepción que se produjeron tras el infarto cerebral que sufrió. Nos muestra la cordura que esconde la locura. La locura que todos llevamos dentro.
En De niños (2001), a través del caso de pederastia del Raval en 1997, nos habla del absurdo teatro en el que vivimos, donde todos juegan como niños: los fiscales y los periodistas. Todos. Juegan a los niños, de niños y con niños.
El documental nos ofrece otra mirada sobre la forma de juzgar. Nuestra propia manera de juzgar.
En 20 años no es nada (2004), Joaquín vuelve a revisitar a los obreros de la fábrica de Numax presenta... Veinticinco años más tarde nos habla de cómo sus ilusiones, sus sueños y sus utopías se han ido transformando con el paso del tiempo.
Guionista, traductor, cineasta, profesor, sin domesticar... Ahora mismo, aparte de estar en el hospital curándose de algo que ni él mismo entiende, está terminando el montaje de un documental sobre los escritores catalanes en el exilio.
En este momento en el que vivimos una ideología tan manipulada por lo que está bien y lo que está mal, lo políticamente correcto y lo incorrecto, el predominio absoluto de los criterios económicos sobre los éticos, Joaquín siempre nos ofrece con su mirada una pregunta. Nos hace cuestionarnos que la verdad no existe y que el principio de cualquier planteamiento siempre esconde cientos de verdades e infinidad de mentiras.
Su mirada sobre las cosas es siempre esclarecedora, antitópica y valiente. Joaquín para mí siempre ha sido una referencia vital y creativa. Un mecenas espiritual".
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